"Técnicamente, el delincuente juvenil es aquella
persona que no posee la mayoría de edad penal y que comete un hecho que está
castigado por las leyes". Así lo define Garrido Genovés en su trabajo
nombrado ya en este bloc aunque hay que hacer hincapié en que se trata de un
concepto difícil de acotar y que nunca debe generalizarse, pues hay muchos
tipos de delincuencia juvenil, muchos factores distintos que influyen
directamente y también muchas finalidades diversas por las cuales es ejecutado
ese acto de delincuencia. Sin embargo, el denominador común en todos los casos
es el expuesto por Genovés, y eso si resulta útil, es no poseer la mayoría de edad y cometer un hecho ilegal. Una vez
interiorizado el concepto, es imprescindible desarrollar una tipología de esos
actos de delincuencia explicando con qué objetivo y por qué se cometen y los
contextos sociales de cada uno de ellos.
La necesidad de supervivencia
y la desesperación combinadas con la des-estructuración familiar y la des-estabilidad social.
Es el caso más común y que más debería preocupar a la
sociedad en general, pues es crónico. Siempre que exista alrededor nuestro una
desigualdad tan polarizada como con la que por desgracia convivimos día a día,
el terreno estará fertilizado para que crezca la conflictividad social y
consecuentemente, la delincuencia juvenil. Dichos jóvenes, viendo la
imposibilidad de desarrollarse óptimamente como seres sociales en el sistema
por falta de recursos, optan a menudo por intentar acceder al dinero fácil
mediante actos de delincuencia. La solución a todo este proceso es proporcionar
más ayudas a aquellos círculos más desfavorecidos, no entregándoles aquello que
anhelan directamente, sino mostrándoles el mecanismo para que puedan obtenerlo
ellos mismos por sus propios méritos. Ése seria el éxito de la integración.
Para ello, seria necesario un esfuerzo colectivo por parte de todos y eso es lo
más difícil de todo en la sociedad del consumo, preocuparse por los demás,
abordar los problemas colectivos. Así pues nos encontramos en una situación
parecida a la del pez que se muerde la cola.
Las ilegalidades más comunes en este colectivo son el "carterismo", el robo a mano armada y el tráfico de drogas. Los tres delitos
destacan porque se obtiene dinero rápido y fácil pues en muchos casos, la
experiencia que tienen con este tipo de actos les da la garantía de que no no
suele acarrear consecuencias para los infractores. En casos de desesperación
más extrema o de dar un golpe más importante se han registrado también
alunizajes y atracos a bancos o negocios locales por parte de jóvenes
delincuentes, a menudo mandados por alguna organización criminal o por un
cerebro manipulador determinado.
Actos de
reivindicación y desobediencia civil.
La rabia y la impotencia que muchos jóvenes sienten y
experimentan por las injusticias del sistema político también lleva en muchas
ocasiones a la delincuencia. En la situación actual de crisis en que
manifestaciones masivas se convocan cada poco tiempo, muchas de ellas se
vuelven campos de batalla. Este caso es bien distinto del anterior y si en lo
que ahora nos atañe, unos luchan por sus derechos y libertades, en el punto
anterior luchaban para subsistir (aunque no en todos los casos). En las
manifestaciones más convulsas se dan todo tipo de actos vandálicos, destrucción
de mobiliario urbano, agresiones (no gratuitas) a los miembros de los cuerpos
policiales, asaltos a determinado tipo de negocio, etc. Muy a menudo también
habría que poner en duda las actuaciones de gobiernos y administraciones públicas,
pero eso no nos incumbe ahora, nada más que para justificar en la medida que
cada uno crea oportuno los actos de vandalismo nombrados.
Si una multitud de manifestantes se ve atacada por un
cuerpo policial, tiene dos opciones, huir o pelear. Cuando se escoge la segunda
opción, a menudo son los jóvenes (por su creciente implicación política, por su
buena condición física y por su generalizada impulsividad en momentos de máxima
tensión) aquellos que deciden plantar cara a la autoridad. Los destrozos de mobiliario
urbano son fruto a menudo de la insensatez y de la confusión generada en
determinados momentos de este tipo de movilizaciones. Sembrar el caos
momentáneo y destruir puede llegar a ser un atractivo para, afortunadamente no
la mayoría, determinados núcleos de
jóvenes manifestantes. Asaltar negocios más populares y enriquecidos también
suele ser un acto recurrente en manifestaciones de este tipo. Para unos, esto
es visto como un ataque al sistema capitalista, al consumismo y a la
incomunicación que éste provoca; para otros, no se trata más que de
encapuchados que disfrutan quemando "Starbucks".
Sentimiento de integración
en grupos conflictivos cuyo dogma es la violencia.
El ser humano, como ser social que es, necesita de la
compañía, aceptación y valoración de otros. El sentimiento de pertenencia a un
grupo determinado ayuda a incrementar la autoestima, pues sentirse parte de un
todo, a menudo satisface necesidades de socialización intrínsecas a la
condición humana.
Si extrapolamos eso a la temática que nos concierne, el
resultado es muy negativo. Desde la ideología política, las similitudes
raciales o un modus vivendi parecido, todo ello lleva a muchos jóvenes a querer
formar parte de dichos grupos. Ejemplos claros son los Skin-heads (ya sean
neo-nazis o antifascistas), los Latin Kings y Nietas y tribus urbanas cuyos
miembros tienen en común su procedencia (del este de Europa, de países
Árabes...).
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Para entrar a formar parte de estas bandas callejeras a menudo hay que pasar duras pruebas, como recibir una paliza, apuñalar a un objetivo determinado, recaudar dinero de forma ilegal, etc. Una vez dentro, salir de estas organizaciones a pequeña escala no resulta nada fácil y a menudo corre la sangre. ¿Qué tienen en común todos estos grupos? El amor por la ultraviolencia y la conflictividad. Dichos grupos se dedican a pelear entre ellos, a
trapichear con drogas (desde la más "light" a la más nociva)
y en algunos casos a cometer delitos, más para probar su valor y lealtad a la
banda, que por la utilidad del delito en sí. Así es como muchos jóvenes sienten
el reconocimiento que no se les da en casa o en la escuela. El problema es que
a menudo, esa falsa ilusión, no les deja ver la realidad y no son conscientes
de la gravedad de los hechos que llevan a cabo. El sentimiento de grupo y el
hecho de sentir ni que sea una pizca de afecto por parte de los demás, ya les
es suficiente, por muy negra que sea la situación en la que se encuentren, peor
que su vida fuera del grupo, no puede ser, o eso es lo que creen. La frase
"juntos hasta el final" ha llevado a un buen número de jóvenes a su
perdición, principalmente por no darse cuenta de los asuntos en los que andan
metidos hasta que es demasiado tarde para salir airoso y sin consecuencia
alguna.
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